Un adiós cargado de historia y gratitud
En el corazón de la costa pacífica nariñense, la despedida de la comunidad de religiosas de la Orden Compañía de María Nuestra Señora marca el fin de una era de entrega, educación y evangelización que perduró por 53 años. Su historia en el Pacifico sur Nariñense es un testimonio de fe y servicio, que se remonta a su llegada al departamento de Nariño en 1957 con el propósito de fundar un colegio público femenino, respondiendo al llamado del entonces gobernador Luis Santander y un grupo de ciudadanos visionarios.
Desde aquel año, la presencia de la Orden no solo fortaleció la educación en la región, sino que también dejó una huella imborrable en la vida de miles de nariñenses, a través de la consolidación de instituciones educativas, obras sociales y misiones de apostolado en comunidades vulnerables.
Raíces profundas: La Compañía de María en la historia de la educación
La historia de esta congregación tiene su origen en el año 1607, cuando en Francia, Santa Juana de Lestonnac fundó la Orden Compañía de María Nuestra Señora, la primera comunidad religiosa femenina dedicada a la enseñanza. Su expansión en América la convirtió en un pilar fundamental de la educación femenina en el continente, con la apertura de colegios en el Virreinato del Nuevo Reino de Granada, siendo el de Santafé de Bogotá (1783) uno de los más representativos.
En Nariño, la vocación educativa de la Orden se materializó en múltiples emprendimientos. La comunidad religiosa dirigió importantes instituciones como el Liceo Femenino Colombia (hoy Liceo de la Universidad de Nariño), el Colegio Compañía de María La Enseñanza en Pasto, y fue responsable de la educación en Cumbitara, Santa Fe de la Jubanguana y Taminango. Cada uno de estos espacios fue más que una escuela: fueron centros de formación humana, espiritual y técnica, que permitieron a generaciones de estudiantes acceder a un futuro con más oportunidades.
Evangelización y compromiso con los más necesitados
Más allá de la educación formal, la misión de la Compañía de María a estado marcada por un profundo compromiso social. En 1973, con la intención de responder a las necesidades de las comunidades más vulnerables, la congregación fundó la Corporación Centro Comunitario La Rosa, conformada por la Escuela La Rosa (hoy Institución Educativa Municipal La Rosa), el Hogar Infantil (actual Centro de Desarrollo Infantil La Rosa) y la Casa del Joven Hermana María Agudelo.
Asimismo, en 1971, su labor evangelizadora y educativa se extendió hasta nuestro territorio en la costa pacífica nariñense, con la fundación de la Institución Educativa Agroecológica La Playa, en Salahonda cabecera municipal de Francisco Pizarro. Durante más de 50 años, esta institución a sido un faro de conocimiento y desarrollo sostenible en la región, impulsando proyectos innovadores como la planta de reciclaje y la instalación de un sistema de paneles solares, convirtiéndola en la única institución del Pacífico Sur nariñense con autonomía eléctrica sustentable.
Cada una de estas obras fue posible gracias al apoyo de autoridades civiles, religiosas y de las mismas comunidades, quienes vieron en las hermanas de la Compañía de María un pilar de esperanza y transformación social.
Un adiós marcado por la fe y la gratitud
La partida de la Compañía de María de la región no se debe a la falta de vocación ni de compromiso, sino a una realidad que afecta a muchas congregaciones en el mundo: la disminución de personal para dar respuesta a las crecientes necesidades pastorales.
En un acto de gratitud y reconocimiento, la comunidad religiosa recibió un homenaje especial bajo una Santa Eucaristía, presidida por el Padre Hevert Lizcano, de la comunidad de Carmelitas Descalzos. En compañía de las hermanas Franciscanas, las Carmelitas Descalzas y los Hermanos Combonianos, la ceremonia fue un espacio para elevar oraciones por su incansable labor y su legado imperecedero.
Más que una despedida, un compromiso de continuar su misión
El adiós de las religiosas de la Compañía de María deja en el aire una pregunta: ¿quién continuará su labor?. Su historia en nuestro territorio y en el departamento de Nariño es un recordatorio de que la educación y la evangelización son tareas permanentes, que requieren el esfuerzo conjunto de la Iglesia, el Estado y la sociedad civil.
Hoy, la comunidad que alguna vez recibió con brazos abiertos a estas misioneras, tiene la responsabilidad de honrar su legado: seguir promoviendo una educación con valores, trabajar por el bienestar de los más vulnerables y fortalecer la fe en cada rincón del territorio.
La Compañía de María se despide físicamente, pero su espíritu sigue vivo en cada estudiante, en cada maestro y en cada persona que fue tocada por su misión. Porque el verdadero impacto de su obra no se mide en años de servicio, sino en las vidas transformadas a lo largo del camino.
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